El muerto viviente se levanta del suelo. El fragor de la lluvia sobre el techo y los jadeos de la marabunta zombi al pasar junto a la gasolinera han llamado su atención.
Tomás deja de escuchar el rascar de sus uñas en la trampilla e intuye que por fin se marcha.
Deja pasar unos minutos, con el oído atento a cualquier ruido, antes de empujar la trampilla hacia arriba y mirar. Siente alivio al comprobar que la tienda está vacía y sale por fin, dejando atrás los gruñidos del zombi que dejó encerrado en el cuarto.
Deja pasar unos minutos, con el oído atento a cualquier ruido, antes de empujar la trampilla hacia arriba y mirar. Siente alivio al comprobar que la tienda está vacía y sale por fin, dejando atrás los gruñidos del zombi que dejó encerrado en el cuarto.
Tomás se acerca al ventanal.
Lo que ve es escalofriante, decenas de caminantes avanzan por la carretera bajo la lluvia en macabra procesión. A pesar del estruendo del chaparrón, aún le llegan levemente sus gemidos perdiéndose en la distancia.
Minutos después el cielo se abre y la luz resplandece en todas las superficies mojadas. Brilla la carretera, y brillan los campos y las plantas.
Lo que ve es escalofriante, decenas de caminantes avanzan por la carretera bajo la lluvia en macabra procesión. A pesar del estruendo del chaparrón, aún le llegan levemente sus gemidos perdiéndose en la distancia.
Minutos después el cielo se abre y la luz resplandece en todas las superficies mojadas. Brilla la carretera, y brillan los campos y las plantas.
A menos de dos kilómetros de allí, un Ford Mustang recibe también los rayos del sol. Su llamativo color rojo, ahora reluciente, se convierte en un potente punto de atención.
Pero está demasiado lejos como para que Tomás lo vea.
Sale a la carretera y corre en dirección opuesta a la de los caminantes, hacia el lugar donde dejó a Anasister y Pepi.
…..........................................................Sale a la carretera y corre en dirección opuesta a la de los caminantes, hacia el lugar donde dejó a Anasister y Pepi.
Carlos camina a buen paso por el arcén de la carretera. Ana Bohemia no deja de acompañarle en sus pensamientos.
Pasa junto a un encharcado bancal de cerezos cuajados de fruto y lamenta que ella no haya llegado a ver aquel hermoso paisaje que tan próximo tenían.
“Yo me alimentaría solo de fruta”, solía decir, y el recuerdo de su alegre voz vuelve a entristecerle, a ponerle otra vez de manifiesto que su adiós es algo irreparable.
Cada vez entiende menos cómo ha podido ocurrir algo así. ¿No era ya suficiente desgracia haber sobrevivido a un mundo que ahora se presenta tan hostil? ¿De qué ha servido no sucumbir ante el maldito virus si ahora se trunca su mayor y única ilusión?
Un coche inclinado en el arcén aparece ante sus ojos y Carlos se aproxima con precaución. Es un Peugeot. Tiene un golpe en un lateral y una rueda torcida. Inspecciona su interior por si encuentra algo que pueda serle útil, pero termina por marcharse de allí con las manos vacías.
Intuye que no debe de estar lejos del lugar del que vieron emerger aquella columna de humo. La lluvia borró esa referencia, pero Carlos había calculado la distancia desde el primer momento en que la vio.
Su único propósito ahora es encontrar a alguien y pedir ayuda. No pretende más que un poco de solidaridad para trasladar a su amiga Montse a un lugar seguro en el que pueda recuperarse.
“Me siento lejos de todas partes”, murmura.
No está seguro de encontrar a nadie y cuanto más se aleja de Montse, más le angustia la idea de que pueda estar sufriendo, de que necesite su ayuda.
Al alcanzar una vez más una de tantas vueltas de aquella carretera, percibe a lo lejos otro coche. Está parado en lo que parece un camino a la izquierda. Carlos se detiene para observar cualquier posible movimiento en su interior o en las inmediaciones. Hace varios días que no ha visto a nadie, ni caminando ni conduciendo, y la visión de aquel coche rojo le parece una buena señal y al mismo tiempo le produce cierto desasosiego.
“Yo me alimentaría solo de fruta”, solía decir, y el recuerdo de su alegre voz vuelve a entristecerle, a ponerle otra vez de manifiesto que su adiós es algo irreparable.
Cada vez entiende menos cómo ha podido ocurrir algo así. ¿No era ya suficiente desgracia haber sobrevivido a un mundo que ahora se presenta tan hostil? ¿De qué ha servido no sucumbir ante el maldito virus si ahora se trunca su mayor y única ilusión?
Un coche inclinado en el arcén aparece ante sus ojos y Carlos se aproxima con precaución. Es un Peugeot. Tiene un golpe en un lateral y una rueda torcida. Inspecciona su interior por si encuentra algo que pueda serle útil, pero termina por marcharse de allí con las manos vacías.
Intuye que no debe de estar lejos del lugar del que vieron emerger aquella columna de humo. La lluvia borró esa referencia, pero Carlos había calculado la distancia desde el primer momento en que la vio.
Su único propósito ahora es encontrar a alguien y pedir ayuda. No pretende más que un poco de solidaridad para trasladar a su amiga Montse a un lugar seguro en el que pueda recuperarse.
“Me siento lejos de todas partes”, murmura.
No está seguro de encontrar a nadie y cuanto más se aleja de Montse, más le angustia la idea de que pueda estar sufriendo, de que necesite su ayuda.
Al alcanzar una vez más una de tantas vueltas de aquella carretera, percibe a lo lejos otro coche. Está parado en lo que parece un camino a la izquierda. Carlos se detiene para observar cualquier posible movimiento en su interior o en las inmediaciones. Hace varios días que no ha visto a nadie, ni caminando ni conduciendo, y la visión de aquel coche rojo le parece una buena señal y al mismo tiempo le produce cierto desasosiego.
A escasos metros de la entrada al camino , Carlos se detiene una vez más. Qué extraño y fuera de lugar le parece aquel Ford Mustang allí.
Se acerca al vehículo y comprueba sus puertas.
“Cerrado – piensa - Me pregunto si alguien tiene previsto volver a por él".
Se acerca al vehículo y comprueba sus puertas.
“Cerrado – piensa - Me pregunto si alguien tiene previsto volver a por él".
Se percata de que también tiene un golpe en el lateral. Escudriña su interior, y al alzar de nuevo la vista a la carretera se queda sin respiración durante unos segundos.
Por el asfalto ve llegar a una mujer corriendo de forma extraña. Cojea, lleva una mano apretando el pecho y parece tener sangre en la cabeza.
“HELP” - la oye gritar - “Aiuda... aiuda...”
A unos cien metros de ella, una gran cantidad de caminantes avanzan con paso vacilante. Nunca vio tantos juntos.
Carlos corre hacia ella. No es sangre lo que creía ver, sino su pelo mojado. En el momento en que la alcanza, la mujer, con la cara encendida, solo logra decir:
- El coche... el coche... aiúdeme... ¡vienen!
Y se desvanece en sus brazos.
…......................................................................
En ese mismo instante, en la aldea hay una gran exaltación.
Tras la fuerte impresión de haberse enfrentado a aquella turba de seres descompuestos, Anasister siente el alivio y la dicha de reencontrarse con Fran.
A.B abraza a su amiga y ríen y lloran juntas.
Pepi, llorando también demuestra su alegría y agradecimiento abrazando a unos y a otros.
- ¿Y Tomás? - pregunta a Fran con desasosiego- ¿No viene con vosotros?
- ¿Tomás? ¿Pero no estaba con vosotras?
- Sí- responde Pepi secándose las lágrimas - Pero se marchó y tardaba en volver y nos adelantamos y...
- Tranquilízate – le dice Fran- Si no aparece pronto, iremos a buscarle.
- Estoy muy preocupada, Fran.
- Me lo imagino, pero mira, ahora estamos juntos. Y con más gente.
- Sí, qué alivio tan grande. Yo soy Pepi – dice extendiendo la mano a Roquito- ¡Gracias por venir!
También se dirige a Holden, que está contando los cuerpos esparcidos por todo el camino.
- Soy Pepi, gracias, gracias por venir
- Yo Holden. Bueno..., yo ya estaba aquí, ¿eh?, sois vosotros los que habéis venido.
Por el asfalto ve llegar a una mujer corriendo de forma extraña. Cojea, lleva una mano apretando el pecho y parece tener sangre en la cabeza.
“HELP” - la oye gritar - “Aiuda... aiuda...”
A unos cien metros de ella, una gran cantidad de caminantes avanzan con paso vacilante. Nunca vio tantos juntos.
Carlos corre hacia ella. No es sangre lo que creía ver, sino su pelo mojado. En el momento en que la alcanza, la mujer, con la cara encendida, solo logra decir:
- El coche... el coche... aiúdeme... ¡vienen!
Y se desvanece en sus brazos.
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En ese mismo instante, en la aldea hay una gran exaltación.
Tras la fuerte impresión de haberse enfrentado a aquella turba de seres descompuestos, Anasister siente el alivio y la dicha de reencontrarse con Fran.
A.B abraza a su amiga y ríen y lloran juntas.
Pepi, llorando también demuestra su alegría y agradecimiento abrazando a unos y a otros.
- ¿Y Tomás? - pregunta a Fran con desasosiego- ¿No viene con vosotros?
- ¿Tomás? ¿Pero no estaba con vosotras?
- Sí- responde Pepi secándose las lágrimas - Pero se marchó y tardaba en volver y nos adelantamos y...
- Tranquilízate – le dice Fran- Si no aparece pronto, iremos a buscarle.
- Estoy muy preocupada, Fran.
- Me lo imagino, pero mira, ahora estamos juntos. Y con más gente.
- Sí, qué alivio tan grande. Yo soy Pepi – dice extendiendo la mano a Roquito- ¡Gracias por venir!
También se dirige a Holden, que está contando los cuerpos esparcidos por todo el camino.
- Soy Pepi, gracias, gracias por venir
- Yo Holden. Bueno..., yo ya estaba aquí, ¿eh?, sois vosotros los que habéis venido.
Ángeles sube por el camino hacia donde se encuentran todos ellos.
- ¡Eh, te dije que esperaras! – le reprocha Holden.
- Ya no aguantaba más sin saber.
- ¡Pero no debes exponerte nunca sin ir armada!
Holden se acerca para abrazarla.
- ¿Estás bien? - pregunta ella – ¡Qué miedo he pasado!
- Sí, ha sido más complicado de lo que esperaba pero ya está.
- ¡Estaban en aquella casa! - le explica Ángeles- ¿Cómo es que estaban en aquella casa? ¡Nunca los oímos!
- Ven - dice él sin contestar- Vamos a presentarnos a esta gente.
- Ya no aguantaba más sin saber.
- ¡Pero no debes exponerte nunca sin ir armada!
Holden se acerca para abrazarla.
- ¿Estás bien? - pregunta ella – ¡Qué miedo he pasado!
- Sí, ha sido más complicado de lo que esperaba pero ya está.
- ¡Estaban en aquella casa! - le explica Ángeles- ¿Cómo es que estaban en aquella casa? ¡Nunca los oímos!
- Ven - dice él sin contestar- Vamos a presentarnos a esta gente.
Roquito está frotando a Lucille por la húmeda hierba de los márgenes, intentando desprender de su arma los restos de sangre y piel.
- Bueno – dice Holden alzando la voz - No esperábamos encontrar a tanta gente de golpe. Ella es Ángeles, y yo soy Holden. Llevamos unos meses viviendo aquí.
Los demás se presentan también.
- ¿No os conocíais? - pregunta Fran extrañado.
- No, – responde Anasister – le hemos visto poco antes de que llegárais. Pensábamos que no había nadie en la aldea.
- En realidad no estábamos aquí – dice Holden – Estábamos pescando río abajo y cuando vimos una columna de humo vinimos a...
- Un momento, Holden, - le interrumpe Anasister señalando la mancha de sangre que él tiene en la pierna.
- Todo bien, tranquila – responde él tras una ràpida mirada a sus pantalones- No es sangre mía.
- ¿Seguro? Ví cómo te mordía.
- ¿Que te han mordido? - pregunta Ángeles asustada.
- Sí, un niño, pero no a mi, mordía un paquete de vendas que guardaba en este bolsillo. Me ha salvado mi manía de llevar tantas cosas encima – dice Holden volviendo a subir un bolsillo desgarrado que cuelga a la altura de su muslo.
- ¿Y esa sangre? - pregunta Ángeles mirándole a los ojos.
- No había manera de que ese malnacido se soltara. La de golpes en la cara que tuve que darle...
- Has tenido mucha suerte – dice Roquito.
- Por cierto, ¿de dónde venís? - pregunta Holden.
- ¿Por qué no dejamos las preguntas para más tarde? - exclama A.B. - ¡Solo he comido cerezas y tengo más hambre que un perro chico.
- ¡Claro! - responde Ángeles – Venid a nuestra casa. Ya nos contaremos todo después de comer.
Sorteando los cuerpos abatidos que encuentran a su paso, marchan juntos hacia la última vivienda de la aldea, la más próxima al río.
- Más tarde quemaremos todo esto – dice Holden mirando al suelo.
Los demás se presentan también.
- ¿No os conocíais? - pregunta Fran extrañado.
- No, – responde Anasister – le hemos visto poco antes de que llegárais. Pensábamos que no había nadie en la aldea.
- En realidad no estábamos aquí – dice Holden – Estábamos pescando río abajo y cuando vimos una columna de humo vinimos a...
- Un momento, Holden, - le interrumpe Anasister señalando la mancha de sangre que él tiene en la pierna.
- Todo bien, tranquila – responde él tras una ràpida mirada a sus pantalones- No es sangre mía.
- ¿Seguro? Ví cómo te mordía.
- ¿Que te han mordido? - pregunta Ángeles asustada.
- Sí, un niño, pero no a mi, mordía un paquete de vendas que guardaba en este bolsillo. Me ha salvado mi manía de llevar tantas cosas encima – dice Holden volviendo a subir un bolsillo desgarrado que cuelga a la altura de su muslo.
- ¿Y esa sangre? - pregunta Ángeles mirándole a los ojos.
- No había manera de que ese malnacido se soltara. La de golpes en la cara que tuve que darle...
- Has tenido mucha suerte – dice Roquito.
- Por cierto, ¿de dónde venís? - pregunta Holden.
- ¿Por qué no dejamos las preguntas para más tarde? - exclama A.B. - ¡Solo he comido cerezas y tengo más hambre que un perro chico.
- ¡Claro! - responde Ángeles – Venid a nuestra casa. Ya nos contaremos todo después de comer.
Sorteando los cuerpos abatidos que encuentran a su paso, marchan juntos hacia la última vivienda de la aldea, la más próxima al río.
- Más tarde quemaremos todo esto – dice Holden mirando al suelo.
Cuando pasan junto a la casa de la que surgieron los zombis, Holden observa cómo Pepi aprieta el brazo de Anasister y ambas miran furtivamente hacia la puerta abierta y caminan más deprisa.
….....................................................................
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Carlos se ha echado a Nerine sobre un hombro y se apresura hacia el camino lo más rápido que puede.
Ahora el sol pica en la piel y el sobreesfuerzo le hace sudar.
No tiene ni idea de qué hacer con aquella mujer, solo sabe que no puede dejarla allí como cebo para aquel tumulto de seres grises.
Se pregunta si será la propietaria del coche y si la intención de ella al nombrarlo era resguardarse en su interior.
Cuando alcanza el Mustang la deposita con cuidado en el suelo y cachea sus bolsillos en busca de las llaves.
“¡Maldita sea!” , murmura nervioso, “Esto es lo último que necesito, ¡más problemas!”
No tiene ni idea de qué hacer con aquella mujer, solo sabe que no puede dejarla allí como cebo para aquel tumulto de seres grises.
Se pregunta si será la propietaria del coche y si la intención de ella al nombrarlo era resguardarse en su interior.
Cuando alcanza el Mustang la deposita con cuidado en el suelo y cachea sus bolsillos en busca de las llaves.
“¡Maldita sea!” , murmura nervioso, “Esto es lo último que necesito, ¡más problemas!”
Allá en el asfalto, los zapatos de Nerine, que Carlos no se entretuvo en recoger, empiezan a ser golpeados por decenas de pies descarnados que siguen su marcha.
La mente de Carlos es una olla a presión. Intentando despertarla, abofetea la cara de la mujer y la agita por los hombros. El frasco cae entonces en su regazo.
“¡Aquí va a tener guardada la llave del coche! – murmura Carlos. Lo agita pero tan solo escucha sonido líquido.
Carlos deja el frasco en el suelo y arrastra a Nerine a la parte delantera del coche, con la esperanza de que los zombis no les hayan visto y sigan el trayecto de la carretera.
Se le pasa por la cabeza dejarla allí y adentrarse camino abajo, pero lo descarta inmediatamente. Si los zombis se desviaran, con toda seguridad supondría la muerte para aquella mujer.
“Piensa, piensa algo”- se dice a sí mismo.
La mente de Carlos es una olla a presión. Intentando despertarla, abofetea la cara de la mujer y la agita por los hombros. El frasco cae entonces en su regazo.
“¡Aquí va a tener guardada la llave del coche! – murmura Carlos. Lo agita pero tan solo escucha sonido líquido.
Carlos deja el frasco en el suelo y arrastra a Nerine a la parte delantera del coche, con la esperanza de que los zombis no les hayan visto y sigan el trayecto de la carretera.
Se le pasa por la cabeza dejarla allí y adentrarse camino abajo, pero lo descarta inmediatamente. Si los zombis se desviaran, con toda seguridad supondría la muerte para aquella mujer.
“Piensa, piensa algo”- se dice a sí mismo.
Se plantea la posiblidad de esconderla bajo el coche, pero el terreno es irregular y no hay suficiente altura.
Se asoma con cuidado y ve que los zombis ya están a pocos metros de la entrada al camino. Desea con todas sus fuerzas que ninguno se desvíe hacia ellos, aunque también es consciente de que si continúan por la carretera llegarán a la caravana.
“Montse...”
Carlos ha tomado una determinación. Si la horda de muertos se desvia por el camino echará a correr. No puede ni quiere arriesgar su vida por salvar a aquella desconocida.
….............................................
Juan Miguel está contento por haber encontrado a alguien. Llevaba tanto tiempo solo, sin más compañía que la de sus pensamientos, que siente una profunda emoción escuchando hablar a Montse.
En ciertos aspectos le recuerda a su madre y ya se ha prometido interiormente ayudar a aquella mujer pase lo que pase.
- ¿Y dices que has venido en bici desde tan lejos? ¡Es increíble!
- Sí, la verdad es que ni yo mismo me lo creo. Lo que más me costó fue avanzar en los primeros kilómetros, después ya era como si pedaleara otro.
- Si es que dicen que la mente es muy poderosa. Tal vez deseabas tanto dejarlo todo atrás que hasta tu mente se olvidó del cansancio.
Se asoma con cuidado y ve que los zombis ya están a pocos metros de la entrada al camino. Desea con todas sus fuerzas que ninguno se desvíe hacia ellos, aunque también es consciente de que si continúan por la carretera llegarán a la caravana.
“Montse...”
Carlos ha tomado una determinación. Si la horda de muertos se desvia por el camino echará a correr. No puede ni quiere arriesgar su vida por salvar a aquella desconocida.
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Juan Miguel está contento por haber encontrado a alguien. Llevaba tanto tiempo solo, sin más compañía que la de sus pensamientos, que siente una profunda emoción escuchando hablar a Montse.
En ciertos aspectos le recuerda a su madre y ya se ha prometido interiormente ayudar a aquella mujer pase lo que pase.
- ¿Y dices que has venido en bici desde tan lejos? ¡Es increíble!
- Sí, la verdad es que ni yo mismo me lo creo. Lo que más me costó fue avanzar en los primeros kilómetros, después ya era como si pedaleara otro.
- Si es que dicen que la mente es muy poderosa. Tal vez deseabas tanto dejarlo todo atrás que hasta tu mente se olvidó del cansancio.
Montse se incorpora con un ligero gesto de dolor.
- ¿Te ayudo? - pregunta Juan Miguel
- Sí, me gustaría estar menos inclinada. A ver si encuentras algo para que pueda tener la espalda más recta.
Mira a su alrededor, ve una manta y la dobla.
Cuando Montse la coge se abraza a ella y se le llenan los ojos de lágrimas.
- ¿Te duele mucho?
Ella niega con la cabeza.
- Es que... acabamos de perder a una compañera. Esta era su manta.
- Vaya, lo siento mucho.
- Todavía huele a ella.
…......................................................
- ¿Te ayudo? - pregunta Juan Miguel
- Sí, me gustaría estar menos inclinada. A ver si encuentras algo para que pueda tener la espalda más recta.
Mira a su alrededor, ve una manta y la dobla.
Cuando Montse la coge se abraza a ella y se le llenan los ojos de lágrimas.
- ¿Te duele mucho?
Ella niega con la cabeza.
- Es que... acabamos de perder a una compañera. Esta era su manta.
- Vaya, lo siento mucho.
- Todavía huele a ella.
…......................................................
Holden da instrucciones a Fran y Roquito para que echen la pesca del día en la sartén de la chimenea, mientras él va a lavarse y cambiarse de ropa.
En la cocina, Anasister, Pepi y Ángeles trocean tomates y lechuga para hacer una gran ensalada.
A.B. pone los ojos en blanco saboreando un pepino con sal.
- De verdad que si tardamos un poco más, me como mis propios zapatos.
- ¿Como Chaplin? - pregunta Ángeles sonriente.
- ¡Como Chaplin!
- Entonces, Ángeles, – dice Anasister - ¿vuestra intención es quedaros en esta aldea?
- Hace mucho tiempo que no me planteo nada más allá del día en que vivo. Holden me trajo aquí porque este era el lugar en el que veraneaba de niño. Aquí vivieron sus abuelos. Me costó un poco adaptarme, pero últimamente me encontraba bien. No sé, me parece un lugar seguro. O eso pensaba hasta hoy.
- No me parece mal sitio, ¿no? – dice A.B. masticando embelesada.
- Lo de hoy ha sido sorpresa tras sorpresa. No sé el tiempo que hacía que no veíamos gente, pero lo que no acabo de comprender es de dónde surgieron esos infectados. En todo este tiempo no vimos ninguno.
Pepi y Anasister se interrogan con la mirada un instante y Pepi asiente con la cabeza.
- Ángeles, - dice Anasister- ha sido culpa mía que hayan aparecido esos zombis
- ¡Culpa nuestra! – se apresura a decir Pepi.
Ángeles se queda quieta, mirándolas. A.B. las mira extrañada.
- ¿Cómo? ¿Culpa vuestra? – pregunta.
- Esta mañana Pepi y yo estuvimos investigando todas las casas. Buscábamos cosas que pudieran sernos útiles. Y, bueno, encontramos una puerta grande que no se podía abrir porque tenía un tonel delante. No se me ocurrió pensar que ese tonel estuviera allí precisamente para eso, para que no se abriera.
- ¿Y toda esa… gente, estaba allí adentro?
- Sí, me di cuenta a tiempo – explica Anasister- Pero vaciamos el tonel, y como ya no pesaba…
- Pudieron escapar – termina Pepi.
En ese momento entra Holden en la cocina.
- ¿Cómo va eso? ¿Comemos?
- Holden, - exclama Ángeles – acabo de descubrir de dónde salieron esos zombis.
- Nuestras invitadas apartaron el tonel, ¿no?
- ¿Cómo lo sabes?
- Porque no podía ser de otra forma.
- Pero… ¿tú sabías que estaban ahí?
- Sí, Ángeles, desde el principio. – y cogiendo los dos platos de ensalada se marcha hacia el salón.
……………………………………….
Apoyado en el capó del coche, para observar a los caminantes a través de las lunas, Carlos ruega a los cielos que pasen de largo.
Aquella marabunta está alcanzando el desvío al camino y su monstruosa respiración ya lo invade todo.
“Vamos- susurra- seguid andando, no entréis, seguid andando”
Los primeros zombis rebasan la entrada y continúan arrastrando los pies por el asfalto.
“Eso es, pasad de largo, pasad de largo”
Continúan transitando más zombis, siguiendo todos a los que van en cabeza. La columna de caminantes es muy larga, pero Carlos la ve rebasar poco a poco la desviación hacia donde se encuentra. Tiene la piel erizada y la boca seca.
“Vamos, seguid, seguid…”
Mira un instante a Nerine. Está sentada en el suelo, apoyada en el coche con la cabeza ladeada y Carlos se pregunta quién será aquella mujer.
Más de la mitad de aquellos seres han seguido avanzando por delante de Carlos, que empieza a tener la esperanza de haberse librado de aquella angustiosa situación.
Y toda aquella multitud de seres hambrientos hubiera pasado de largo por completo si no fuera por una fatalidad que Carlos no podía imaginar.
Los rayos del sol inciden en esos momentos en uno de los espejos retrovisores del coche, produciendo una refulgente llamada para la mitad de zombis que todavía no han pasado.
Horrorizado, Carlos ve cómo los últimos zombis se salen de la carretera hacia el arcén y empiezan a invadir el campo paralelo al camino. Si no empieza a correr, en un par de minutos estarán junto a él.
En la cocina, Anasister, Pepi y Ángeles trocean tomates y lechuga para hacer una gran ensalada.
A.B. pone los ojos en blanco saboreando un pepino con sal.
- De verdad que si tardamos un poco más, me como mis propios zapatos.
- ¿Como Chaplin? - pregunta Ángeles sonriente.
- ¡Como Chaplin!
- Entonces, Ángeles, – dice Anasister - ¿vuestra intención es quedaros en esta aldea?
- Hace mucho tiempo que no me planteo nada más allá del día en que vivo. Holden me trajo aquí porque este era el lugar en el que veraneaba de niño. Aquí vivieron sus abuelos. Me costó un poco adaptarme, pero últimamente me encontraba bien. No sé, me parece un lugar seguro. O eso pensaba hasta hoy.
- No me parece mal sitio, ¿no? – dice A.B. masticando embelesada.
- Lo de hoy ha sido sorpresa tras sorpresa. No sé el tiempo que hacía que no veíamos gente, pero lo que no acabo de comprender es de dónde surgieron esos infectados. En todo este tiempo no vimos ninguno.
Pepi y Anasister se interrogan con la mirada un instante y Pepi asiente con la cabeza.
- Ángeles, - dice Anasister- ha sido culpa mía que hayan aparecido esos zombis
- ¡Culpa nuestra! – se apresura a decir Pepi.
Ángeles se queda quieta, mirándolas. A.B. las mira extrañada.
- ¿Cómo? ¿Culpa vuestra? – pregunta.
- Esta mañana Pepi y yo estuvimos investigando todas las casas. Buscábamos cosas que pudieran sernos útiles. Y, bueno, encontramos una puerta grande que no se podía abrir porque tenía un tonel delante. No se me ocurrió pensar que ese tonel estuviera allí precisamente para eso, para que no se abriera.
- ¿Y toda esa… gente, estaba allí adentro?
- Sí, me di cuenta a tiempo – explica Anasister- Pero vaciamos el tonel, y como ya no pesaba…
- Pudieron escapar – termina Pepi.
En ese momento entra Holden en la cocina.
- ¿Cómo va eso? ¿Comemos?
- Holden, - exclama Ángeles – acabo de descubrir de dónde salieron esos zombis.
- Nuestras invitadas apartaron el tonel, ¿no?
- ¿Cómo lo sabes?
- Porque no podía ser de otra forma.
- Pero… ¿tú sabías que estaban ahí?
- Sí, Ángeles, desde el principio. – y cogiendo los dos platos de ensalada se marcha hacia el salón.
……………………………………….
Apoyado en el capó del coche, para observar a los caminantes a través de las lunas, Carlos ruega a los cielos que pasen de largo.
Aquella marabunta está alcanzando el desvío al camino y su monstruosa respiración ya lo invade todo.
“Vamos- susurra- seguid andando, no entréis, seguid andando”
Los primeros zombis rebasan la entrada y continúan arrastrando los pies por el asfalto.
“Eso es, pasad de largo, pasad de largo”
Continúan transitando más zombis, siguiendo todos a los que van en cabeza. La columna de caminantes es muy larga, pero Carlos la ve rebasar poco a poco la desviación hacia donde se encuentra. Tiene la piel erizada y la boca seca.
“Vamos, seguid, seguid…”
Mira un instante a Nerine. Está sentada en el suelo, apoyada en el coche con la cabeza ladeada y Carlos se pregunta quién será aquella mujer.
Más de la mitad de aquellos seres han seguido avanzando por delante de Carlos, que empieza a tener la esperanza de haberse librado de aquella angustiosa situación.
Y toda aquella multitud de seres hambrientos hubiera pasado de largo por completo si no fuera por una fatalidad que Carlos no podía imaginar.
Los rayos del sol inciden en esos momentos en uno de los espejos retrovisores del coche, produciendo una refulgente llamada para la mitad de zombis que todavía no han pasado.
Horrorizado, Carlos ve cómo los últimos zombis se salen de la carretera hacia el arcén y empiezan a invadir el campo paralelo al camino. Si no empieza a correr, en un par de minutos estarán junto a él.
“¡¡No, mierda, no!!”
Se agacha y sacude a la mujer por los hombros.
“¡Despierte, despierte joder!”
Se levanta para salir corriendo pero antes siente el impulso de probar de nuevo si todas las puertas están cerradas. La del conductor lo está. La de detrás también. Prueba la del maletero y entonces nota cómo cede.
“No es posible” Tira hacia arriba y la puerta del maletero se abre
“Oh, mierda, mierda, mierda”
Corre a donde está Nerine y la agarra del pelo para girarla. La sujeta por las axilas y la arrastra con rapidez, sin dejar de mirar por dónde van los zombis. Son muchos, muchísimos los que ya han dejado la carretera y van hacia él.
Carlos siente que el corazón le martillea en el pecho pero aún cree tener tiempo para esconder a Nerine en el maletero.
La alza sin ningún cuidado y con gran esfuerzo la empuja hacia el hueco. Nerine cae boca abajo. Carlos cierra la puerta de golpe y cuando va a echar a correr, la puerta se levanta. La vuelve a cerrar con un fuerte golpe pero la puerta se vuelve a abrir.
¡¡Maldita sea mi estampa!!
Puede ver perfectamente las caras de los zombis que más rápido avanzan. Sus pieles colgando en rostros descompuestos, sus ojos hundidos, sus mandíbulas en constante movimiento.
Se apresura a buscar una piedra grande. Ve una semienterrada en el borde del camino. Empleando todas sus fuerzas la extrae de la tierra y la coloca rápidamente sobre la puerta del maletero. Está sudando copiosamente.
Cuando por fin puede salir huyendo de allí, ve que ya está rodeado.
Sube de un brinco al maletero y de allí al techo del coche. Otros zombis también están llegando a la parte delantera cuando Carlos en dos zancadas salta lo más lejos que puede. Uno de los caminantes cruza en ese momento en su trayectoria y tanto Carlos como el zombi ruedan por el suelo. Carlos se levanta pero el zombi le aferra por un tobillo.
Se agacha y sacude a la mujer por los hombros.
“¡Despierte, despierte joder!”
Se levanta para salir corriendo pero antes siente el impulso de probar de nuevo si todas las puertas están cerradas. La del conductor lo está. La de detrás también. Prueba la del maletero y entonces nota cómo cede.
“No es posible” Tira hacia arriba y la puerta del maletero se abre
“Oh, mierda, mierda, mierda”
Corre a donde está Nerine y la agarra del pelo para girarla. La sujeta por las axilas y la arrastra con rapidez, sin dejar de mirar por dónde van los zombis. Son muchos, muchísimos los que ya han dejado la carretera y van hacia él.
Carlos siente que el corazón le martillea en el pecho pero aún cree tener tiempo para esconder a Nerine en el maletero.
La alza sin ningún cuidado y con gran esfuerzo la empuja hacia el hueco. Nerine cae boca abajo. Carlos cierra la puerta de golpe y cuando va a echar a correr, la puerta se levanta. La vuelve a cerrar con un fuerte golpe pero la puerta se vuelve a abrir.
¡¡Maldita sea mi estampa!!
Puede ver perfectamente las caras de los zombis que más rápido avanzan. Sus pieles colgando en rostros descompuestos, sus ojos hundidos, sus mandíbulas en constante movimiento.
Se apresura a buscar una piedra grande. Ve una semienterrada en el borde del camino. Empleando todas sus fuerzas la extrae de la tierra y la coloca rápidamente sobre la puerta del maletero. Está sudando copiosamente.
Cuando por fin puede salir huyendo de allí, ve que ya está rodeado.
Sube de un brinco al maletero y de allí al techo del coche. Otros zombis también están llegando a la parte delantera cuando Carlos en dos zancadas salta lo más lejos que puede. Uno de los caminantes cruza en ese momento en su trayectoria y tanto Carlos como el zombi ruedan por el suelo. Carlos se levanta pero el zombi le aferra por un tobillo.
“Hijo de satanás”, le grita Carlos, pateándole la cabeza con saña, “¡Suéltame!"
Tiene a su lado a una mujer con traje de novia que le roza con sus manos huesudas la cara y Carlos la aparta de un fuerte empujón. Hay tres zombis más que están a punto de atraparle y el del suelo sigue aferrado a su pierna.
Carlos piensa en Montse y por un instante la ve morir sola y desamparada en la caravana, y esa imagen le genera tal afán por sobrevivir que alza el pie y con una fuerza titánica hunde el cráneo del zombi de una patada. De los zombis que ya le están aferrando los brazos se defiende con una furia incontenible, desasiéndose y hundiendo sus rostros a puñetazos. Presa de un ataque de histeria casi olvida que su deber es huir.
Cuando se da cuenta de que lo ha conseguido, echa a correr sin poder dejar de maldecirles a gritos.
Varias decenas de aquellos depredadores sin vida le siguen, bordeando el coche por ambos lados.
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Tiene a su lado a una mujer con traje de novia que le roza con sus manos huesudas la cara y Carlos la aparta de un fuerte empujón. Hay tres zombis más que están a punto de atraparle y el del suelo sigue aferrado a su pierna.
Carlos piensa en Montse y por un instante la ve morir sola y desamparada en la caravana, y esa imagen le genera tal afán por sobrevivir que alza el pie y con una fuerza titánica hunde el cráneo del zombi de una patada. De los zombis que ya le están aferrando los brazos se defiende con una furia incontenible, desasiéndose y hundiendo sus rostros a puñetazos. Presa de un ataque de histeria casi olvida que su deber es huir.
Cuando se da cuenta de que lo ha conseguido, echa a correr sin poder dejar de maldecirles a gritos.
Varias decenas de aquellos depredadores sin vida le siguen, bordeando el coche por ambos lados.
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Rodeando la chimenea, todos comen con apetito. Todos excepto Holden, que mira fijamente las llamas del fuego. Ángeles lo nota preocupado y se levanta.
- ¿Me ayudas, Holden? - le dice al pasar junto a él.
- Sí, ya sé qué me vas a decir – dice Holden cuando ambos entran en la cocina– Que por qué no te conté lo de los encerrados.
- No, simplemente quería preguntarte qué te pasa, te noto raro. Pero también es cierto que sí, que no entiendo por qué me lo ocultabas.
- Ya sabes que no tengo secretos contigo, pero sabía que no podían escapar y además no hacian ruido, ¿para qué iba a preocuparte, Ángeles?
- No lo sé, pero aunque solo fuera por precaución...
- Y a ver, ¿habrías dormido tranquila sabiendo que teníamos tan cerca ese montón de...?
- Está bien, no importa, pero dime...
- No me pasa nada – dice él levantando las manos.
- Me ha sorprendido tu reacción con todos ellos – le dice Ángeles señalando con la cabeza hacia el salón – Creía que te molestarías más por su presencia.
- Pero qué querías, ¿que les echara?
- No, en absoluto, quiero decir que me ha sorprendido positivamente. Les has acogido muy bien. Y me alegro.
- Bueno, para serte sincero, preferiría que no hubieran venido. Estábamos mejor solos. Pero poniéndome en su lugar...
Holden se sienta en un taburete.
Ven, acércate – le dice.
Ángeles se pone a su lado y él la abraza por la cintura.
- En realidad sí tengo algo que decirte.
En ese instante oyen sillas arrastrar por el suelo y Roquito entra en la cocina.
- ¡Holden, hay alguien ahí afuera! ¡Está llamando!
Holden se levanta y corre hacia la puerta de entrada.
Todos pueden escuchar nitidamente a un hombre gritar.
"¿Hay alguien aquí? … ¿Hay alguien?..."
- ¿Me ayudas, Holden? - le dice al pasar junto a él.
- Sí, ya sé qué me vas a decir – dice Holden cuando ambos entran en la cocina– Que por qué no te conté lo de los encerrados.
- No, simplemente quería preguntarte qué te pasa, te noto raro. Pero también es cierto que sí, que no entiendo por qué me lo ocultabas.
- Ya sabes que no tengo secretos contigo, pero sabía que no podían escapar y además no hacian ruido, ¿para qué iba a preocuparte, Ángeles?
- No lo sé, pero aunque solo fuera por precaución...
- Y a ver, ¿habrías dormido tranquila sabiendo que teníamos tan cerca ese montón de...?
- Está bien, no importa, pero dime...
- No me pasa nada – dice él levantando las manos.
- Me ha sorprendido tu reacción con todos ellos – le dice Ángeles señalando con la cabeza hacia el salón – Creía que te molestarías más por su presencia.
- Pero qué querías, ¿que les echara?
- No, en absoluto, quiero decir que me ha sorprendido positivamente. Les has acogido muy bien. Y me alegro.
- Bueno, para serte sincero, preferiría que no hubieran venido. Estábamos mejor solos. Pero poniéndome en su lugar...
Holden se sienta en un taburete.
Ven, acércate – le dice.
Ángeles se pone a su lado y él la abraza por la cintura.
- En realidad sí tengo algo que decirte.
En ese instante oyen sillas arrastrar por el suelo y Roquito entra en la cocina.
- ¡Holden, hay alguien ahí afuera! ¡Está llamando!
Holden se levanta y corre hacia la puerta de entrada.
Todos pueden escuchar nitidamente a un hombre gritar.
"¿Hay alguien aquí? … ¿Hay alguien?..."
Carlos escucha abrirse la puerta de una casa unos metros más abajo y corre hacia ella. Ve salir a un grupo de gente.
- ¡Gracias a Dios! ¡Necesito ayuda! - les dice.
- ¿Qué pasa? - pregunta Holden.
- He tenido un accidente con mi caravana. - Carlos apoya las manos en las rodillas para coger aliento- Mi amiga... mi amiga está herida y no puedo trasladarla yo solo.
- ¿Está sangrando? - le pregunta Anasister- Soy enfermera.
- No, le duele una pierna. No parece rota pero no puede andar. Tengo... tengo que ir ya con ella. Hace tiempo que la dejé sola.
- Yo le acompaño – dice Roquito a Holden, y se adelanta para ponerse junto a Carlos- ¡Vamos!
- Hay que atravesar todos estos bancales – dice Carlos - para adelantar a un grupo de zombis que marcha por la carretera.
- ¿Son muchos? - pregunta Roquito.
- Unos pocos – miente Carlos- Por cierto... - vuelve a coger aire, fatigado.
A.B. sale de la casa con una cantimplora que entrega a Carlos.
- Gracias, muchas gracias – le dice y empieza a beber.
- ¿No vas armado? - le pregunta Roquito.
- No, no llevo nada.
- Pero, hombre, ya no se puede ir así por ahí. ¡Aunque sea un palo con el que poder defenderte!
- ¿Ibas a decir algo? - pregunta Holden a Carlos.
- Sí... Es muy probable que llegue un grupo que me ha estado siguiendo.
- ¿Un grupo? ¿Un grupo de zombis quieres decir?
- Sí
- ¡Joder! - protesta Holden con rabia - ¿Cómo es posible que lleguen tantas calamidades juntas?
- Lo siento, - dice Carlos- pero cuanto antes lleguemos, mejor. Tenemos que salir ya.
- Tened mucho cuidado, Roquito – dice Anasister.
Empiezan a correr.
- ¡Gracias a Dios! ¡Necesito ayuda! - les dice.
- ¿Qué pasa? - pregunta Holden.
- He tenido un accidente con mi caravana. - Carlos apoya las manos en las rodillas para coger aliento- Mi amiga... mi amiga está herida y no puedo trasladarla yo solo.
- ¿Está sangrando? - le pregunta Anasister- Soy enfermera.
- No, le duele una pierna. No parece rota pero no puede andar. Tengo... tengo que ir ya con ella. Hace tiempo que la dejé sola.
- Yo le acompaño – dice Roquito a Holden, y se adelanta para ponerse junto a Carlos- ¡Vamos!
- Hay que atravesar todos estos bancales – dice Carlos - para adelantar a un grupo de zombis que marcha por la carretera.
- ¿Son muchos? - pregunta Roquito.
- Unos pocos – miente Carlos- Por cierto... - vuelve a coger aire, fatigado.
A.B. sale de la casa con una cantimplora que entrega a Carlos.
- Gracias, muchas gracias – le dice y empieza a beber.
- ¿No vas armado? - le pregunta Roquito.
- No, no llevo nada.
- Pero, hombre, ya no se puede ir así por ahí. ¡Aunque sea un palo con el que poder defenderte!
- ¿Ibas a decir algo? - pregunta Holden a Carlos.
- Sí... Es muy probable que llegue un grupo que me ha estado siguiendo.
- ¿Un grupo? ¿Un grupo de zombis quieres decir?
- Sí
- ¡Joder! - protesta Holden con rabia - ¿Cómo es posible que lleguen tantas calamidades juntas?
- Lo siento, - dice Carlos- pero cuanto antes lleguemos, mejor. Tenemos que salir ya.
- Tened mucho cuidado, Roquito – dice Anasister.
Empiezan a correr.
- ¿Cómo te llamas? - pregunta Roquito.
- Carlos – de repente se detiene – ¡Mierda!
- ¿Qué pasa?
- Hay que volver. Olvidaba decirles algo.
- Carlos – de repente se detiene – ¡Mierda!
- ¿Qué pasa?
- Hay que volver. Olvidaba decirles algo.
- ¡Un momento! - grita Carlos.
Fran y Holden le reprenden con una señal, indicándole que no haga tanto ruido.
- ¿Qué cojones quieres ahora? - protesta Holden cuando se acercan.
- ¿Es vuestro el Ford Mustang que hay en el camino?
- No – dice Holden
- ¡Sí! - exclama Fran- Es nuestro.
- Hay una mujer en el maletero. La metí yo. Está inconsciente. O estaba.
- Pero qué coño... - empieza a decir Holden mirando a Carlos con desconfianza.
- ¡No podía dejarla alli! No la conozco, apareció de repente. Tiene acento extranjero.-
Fran y Holden le reprenden con una señal, indicándole que no haga tanto ruido.
- ¿Qué cojones quieres ahora? - protesta Holden cuando se acercan.
- ¿Es vuestro el Ford Mustang que hay en el camino?
- No – dice Holden
- ¡Sí! - exclama Fran- Es nuestro.
- Hay una mujer en el maletero. La metí yo. Está inconsciente. O estaba.
- Pero qué coño... - empieza a decir Holden mirando a Carlos con desconfianza.
- ¡No podía dejarla alli! No la conozco, apareció de repente. Tiene acento extranjero.-
- ¡Ostias! – exclama Roquito - ¿acento extranjero?
Fran y A.B. se miran.
- ¡La australiana! - exclaman a un tiempo.
Fran y A.B. se miran.
- ¡La australiana! - exclaman a un tiempo.
13 comentarios:
Me ha encantado este post, es muy historia de zombies :D Has metido muchos preámbuklos de cosas que pueden pasar, has casi terminado de juntar al grupo y además has encerrado a Nerine en un maletero para que pague por su mala baba :P
¡Grande Carlos como ha logrado zafarse de la situación a costa de ponernos en peligro a todos los demas! ¿Pero es que no van a dejar que me coma mis peces tranquilo? xD
Me alegro de que no me haya mordido ningún crío repelente... espero que al autor -maravilloso, sensacional, incomparable- de la obra no le de por cambiar de opinión y que todo fuera una farsa para hacerme el machote.
Atención, Supervivientes Z:
El próximo lunes 21 a las 21 horas, publicaré una ENTRADA ESPECIAL en la que se anunciará quiénes estáis en peligro.
En la misma entrada encontraréis un JUEGO que servirá para conseguir ventajas al que lo gane y con el que despediremos de la historia al que quede peor.
Ya lo explicaré mejor ese día.
¡Os quiero a todos bien armados!
Un saludo
ANASISTER
Holden...me temo que te han mordido...tú pelotea al escritor ese tan requeteguapísimo que tenemos a ver si cambia de opinión....pero me da a mí que....
Carlos, has estado espectacular es este capítulo!!!!
El momento...nosecomoirmecagandolechessindejaraestaaquí...me ha encantado.
Montse!!! que van...menos mal que ya estás con el futuro líder..
Juan, me ha encantado. Se me ha hecho recortísimo.
Ya faltan menos para estar todos al fin...bueno, casi todos...Anabohemia, se te echa de menos, sobretodo Carlos.
Hoy sí que me has dado un papel protagonista ¿eh?, por lo visto funcionó mi comentario en el blog de Holden, jeje ¡no hay nada como montar follón! y ahora me veo como una princesita, junto al líder, con Carlos peleándose con los zombies pensando en mí y acordándose de Ana y con un montón de chicos guapos y valientes que vienen a rescatarme ¡ahí quería verme, ahí!
El capítulo ha estado genial, más que genial, la escena de Carlos es impresionante con el maletero y Nerine, luchando a brazo partido y a la desesperada. Y el grupo uniéndose cada vez más, ese momento de presentaciones ha estado muy bien, incluyendo los temores de Holden, descubriendo M.Angeles que había vivido con los zombies cerca y los sentimientos de culpa de Anasister y Pepi por haber dejado a Tomás atrás.
Tienes arte, JuanRa, has de llevar esto al cine y lo digo en serio, yo pongo las palomitas :)
Besos!!
Un capitulo muy dinámico, y se queda ahí, en el puntito oportuno para intrigarnos, porque ese grupo de zombies van en la dirección de la casa, ¡que horror!
Me gusta que Carlos y Montse mis compañeros de viaje hayan tenido tanto protagonismo hoy, espero que sigan a salvo mucho tiempo mas, bueno y todos los chicos de la casa, aunque tendrán que estar preparados para la que se les viene.
Que bonito que a pesar de mi baja sigan habiendo referencias hacía Ana Bohemia, es muy tierno cuando hablan de mí, jeje...
Saludos!!
:D
Muy buen capitulo, ya estamos casi todos juntos, cosa que me alegra aúnk Carlos podrías haber venido sin tanta compañía que ya somos unos cuantos jajjaajja,y por dios coge un martillo, una hoz, un cuchillo jamonero y un pedrolo gordo, pero coge algo que me da que la vamos canutas.
Sólo me falta que te tenga que defender a ti también jajjaajja.
En fin Juanra buen capitulo dejando el suspense para el próximo capítulo como los buenos escritores
Joder cuantas palabras me he comido , se nota que estábamos pasando hambre jajjaajja, bueno pues Juan me quedo a la espera del juego
Por cierto me da que holden si que a recibido un bocado y no se atreve a decir nada, si es así puede ser que se líe la mundial, aúnk espero que no sea así porque holden me cae bien y sabe defenderse, puede aportar bastante al grupo, en fin ya nos sacarás de dudas en el siguiente capítulo
Roquito ¿olvidas que soy un hippie very happy?...yo es que hago el amor y no la guerra.
¡MAdre mía! aún me sigue martilleando el pecho después de leer esto...me he salvado por los pelos de Kojak... ¡Cuánta emoción!...ah, y quiero elevar una protesta porque aquí el que más curra soy yo, que he tenido que enterrar a Ana y cargar con la Nerine que pesa lo suyo. Espero que, a la hora de repartir beneficios, se tengan en cuenta estos extras.
Yo también he pensado que Holden ha sido mordido y que la excusa del paquete de vendas era un poco endeble. Incluso el cambio que detecta Ángeles parece sospechoso.
carlos
Jo, ya por mucho que me esfuerce no puedo decir nada que no hayan dicho ya los demás. En este mundo zombi tengo que ser más rápida ;)
Pero no me resisto a repetir que este capítulo me encanta por la mucha acción y mucha emoción, y muchas emociones, que tiene. Y mucha intríngulis con todo lo que queda pendiente.
Me gustan mucho las escenas de Carlos con Nerine y después su pelea con los zombis. Y encima acordándose de Montse. Sufre mucho pero no deja de ser un caballero. Aunque es verdad que ha atraído a los zombis a nuestra casa... Bueno, aun así, me da penita que nosotros estemos comiendo truchas y ensalada y a él sólo le demos agua (y menos mal que A.B. ha tenido el detalle). Tendríamos que haberle dado por lo menos un ColaCao.
Respecto a Holden, espero que lo que dice sea la verdad verdadera, y no que esté disimulando para "hacerse el machote" :D
Entre este sinvivir y el juego que nos tienes preparado, JuanRa, yo no sé cómo voy a llegar al próximo capítulo.
Como dice Ángeles, he llegado tarde y ya está todo dicho y bien dicho. El capítulo en general ha estado genial, pero la escena de Carlos y Nerine de sobresaliente, ha habido un momento en el que he estado al borde del infarto, ufff que tensión.
Ha sido una gran sorpresa lo de Holden, cosa que me alegra. Y que se vaya encontrando la gente me parece genial, el viaje con todos juntos parece que será más emocionante. A ver si Mª José y yo salimos ya de Madrid, que para mi gusto está la cosa demasiado tranquila por aquí, y partimos pronto hacia el Sur en busca de emociones más fuertes, aunque yo ya tuve lo mío con lo de la familia en el coche, jeje.
A ver con que juego nos sorprendes el día 21, espero con ganas. A que te refieres con que nos quieres a todos bien armados?
Wow! He llegado aquí desde el blog de Holden y me he quedado sin uñas mientras leía. Me encanta. Seguiré pasando por aquí a ir leyendo las aventurillas de los personajes y, ya que se lleva mi amor, a vigilar que Holden siga en pie. Que sin vivir...
¡Saludos!
1. Gasolinera
2. Mustang
3. Casa a la que entra Juan Miguel
4. Casa Holden y Angeles
5. Hoguera que hicieron Pepi y Anasister
6.
7.
8. Bancal de cerezos
9. Caravana
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